Mesa actual de la Academia:
Director: Miguel Ángel Jiménez Monteserín
Secretario General: Francisco Mora García
Tesorero: Jesús López Requena
Bibliotecario: Paloma Alfaro Torres
Censor: Adelina Sarrión Mora
Listado de los académicos de número, supernumerarios, de Honor, Correspondientes y Fallecidos.
En el Blog de la Académia podrás encontrar las últimas noticias relacionadas con La real Académia Conquense de Artes y Letras.
Trabajos tanto de creación como, sobre todo, de ensayo o investigación firmados tanto por integrantes de la corporación como por autores ajenos pero siempre de prestigio en sus respectivos campos.
Breve historia de una de las ocho Reales Academias de España.
De asociación a Real Académia.
Aunque la Real Academia Conquense de Artes y Letras viniera oficialmente a nacer como Corporación Académica de Derecho Público con sello de Real el 26 de mayo de 1986 con la promulgación del Decreto de su creación había tenido, como cualquier proyecto humano, una historia anterior que remonta su origen bastantes fechas atrás, concretamente a mediados de diciembre de 1969 y no precisamente, cual hubiera sido dado esperar, ni en la ciudad de Cuenca ni en ninguna de las demás localidades de la provincia, sino, cosas de la vida, en Madrid.
Rafael Alfaro, un homenaje y el germen de un proyecto
En diciembre de 1969 un buen puñado de los escritores y artistas más representativos del hacer cultural conquense se dieron cita, junto con colegas de otras procedencias, en la entonces Casa de Cuenca, hoy Casa de Castilla La Mancha, en la capital del Estado para homenajear a su compañero y paisano el poeta Rafael Alfaro que, al Premio Nacional de Poesía de El Salvador, que se había traído en la maleta al regreso de su estancia en Centroamérica, acababa de unir el prestigioso galardón del Boscán. El acto iba a contar con la intervención directa de Federico Muelas, Acacia Uceta, Carlos de la Rica, Florencio Martínez Ruiz, Diago Jesús Jiménez, Félix Manual Martínez Fronce, José Rius, Eduardo Ruiz y Enrique Domínguez Millán, pero, como éste último ha recordado en sus "Notas para una historia de la Real Academia Conquense de Artes y Letras" (Académica nº 2, septiembre-diciembre 2006, Cuenca) al acto habían acudido también muchos otros creadores conquenses. Y allí iba a ser donde, durante la tertulia entablada tras el acto, iba a saltar el primer chispazo generador al hilo de un cierto auto-reto reivindicativo: si otras provincias tenían sus Academias, ¿por qué no, también, Cuenca? Y como las cosas no conviene que se enfríen, allí mismo se dio el primer paso para pasar de la idea al hecho con la constitución de la comisión que habría de encargarse de hacer realidad tal tránsito.
Lo que el sin duda ilusionado entusiasmo de los enfervorizados conjurados no les hacía prever en ese momento es lo largo que iba a ser el camino: no sería sino casi diez años después cuando su deseo mpezara a tomar cuerpo. Casi diez años durante los cuales, eso sí, se fue definiendo formalmente el proyecto: tras el primer, y no corto, periodo de la realización de una encuesta que arrojó un resultado favorable al seguir adelante con la idea, vino el de fijar su carácter y alcance - ¿cómo?, ¿quiénes? ¿de qué áreas? – en un proceso que terminó decantándose por la formación de una corporación que integrara a representantes tanto del campo de las Letras como de las distintas disciplinas artísticas que o bien fueran conquenses de nacimiento o bien estuvieran ligados al acontecer cultural de la provincia por residencia o por la atención prestada en su obra a ella o a sus temas. Cumplido así el bosquejo del objetivo quedaba aún el iniciar el obligado camino burocrático-administrativo que condujese a su plasmación legal, para lo que se optó por ir a la creación de una asociación cultural que posteriormente se intentaría que fuera reconocida como Real Academia. Fue el momento de nombrar una nueva comisión, la correspondiente comisión gestora, que redactara los pertinentes estatutos y los presentara en el Gobierno Civil junto a la también obligada solicitud de inscripción en el Registro Provincial de Asociaciones.
Entre Cuenca y Madrid, reunión a reunión - en el conquense café Colón o en la madrileña cafetería del Teatro María Guerrero en una primera fase, luego, ya siempre en Cuenca, en el Hotel Torremangana y después en la Casa de Cultura - el proyecto fue tomando forma y por fin, a finales de 1977, quedó concluida la tarea con el remate de la normativa y con la constitución de una ya oficial comisión gestora encargada de presentarla, integrada por Enrique Domínguez Millán como presidente y por Carlos de la Rica y Fidel Cardete como vocales.
Tras el posterior refrendo de una asamblea celebrada en Madrid en febrero de 1978, vendría ya, el 29 del siguiente junio, la entrega de la documentación y la inscripción en el registro. La Academia alcanzaba así su fe oficial de vida y, no muchos días después, el 16 de julio, llevaba a cabo la que por tanto podía considerarse ya su primera asamblea como tal. Tuvo lugar en el domicilio de Domínguez Millán en la calle de San Pedro y contó con la asistencia de prácticamente todos cuantos se habían mostrado interesados en participar en ella, aunque el paso del tiempo hubiera ido dejando por el camino bajas como las de Federico Muelas o Leonardo Martínez Bueno que, en la siguiente reunión de la Junta Directiva que, encabezada cual la previa comisión gestora por Domínguez Millán, fueron nombrados académicos de honor a título póstumo. En esa primera asamblea se eligieron también los primeros numerarios de la institución.
La recién nacida Academia se lanzó de inmediato al tajo. Ya antes incluso de su sesión pública de constitución seis meses después – el 10 de febrero de 1979 en el Salón de Plenos de la Diputación provincial – se había dejado sentir en el acontecer cultural conquense con la organización, en el anterior agosto y en colaboración con la Caja provincial de Ahorros, de la primera exposición que se hacía en España de la obra de Francisco Bores, recién adquirida por el Museo Español de Arte Contemporáneo. Era el comienzo de una serie de actividades – buena parte de ellas acogidas a la denominación común de "Tardes de la Academia" - que, pese a las claras limitaciones económicas de la asociación iba mantenerse ya, con mayor o menor presencia según las épocas pero sin interrupción, junto a la también mantenida actitud de colaboración con las distintas administraciones o con otras instituciones en celebraciones, conmemoraciones o actividades literarias o artísticas cuya enumeración excedería de la lógica extensión del presente recordatorio. Lo que no debe sin embargo quedar fuera del apunte es que esa labor no quedó circunscrita al ámbito exclusivo de la capital sino que se extendió a bastantes otros puntos de la provincia. Y así fueron transcurriendo los primeros años de la década de los ochenta hasta el relevo - en 1984, cumplido su periodo como presidente - de Domínguez Millán, por Carlos de la Rica.
La consecución del objetivo inicial estaba cada vez más cerca: en agosto del año siguiente, 1985, se acordaba aceptar la sugerencia del Instituto de España y nombrar una nueva comisión pero, ahora ya sí, para tramitar para la asociación el título de Real Academia: la integraron Carlos de la Rica, Dimas Pérez Ramírez, Enrique Domínguez Millán, Raúl Torres y Gustavo Torner. Que su labor fue eficaz lo demuestra el que menos de un año después, el 26 de mayo de 1986, a propuesta del titular de Educación y Ciencia José María Maravall y previa deliberación del Consejo de Ministros en reunión del día 23, el monarca firmase el correspondiente Decreto que apareció publicado en el Boletín Oficial del Estado el 31. La primera reunión formal de la ya Real Academia se celebraba el siguiente 13 de noviembre para recibir oficialmente la noticia de esa publicación y la ya por tanto Corporación Académica de Derecho Público desarrollaba su primer acto oficial el 29 de ese mismo mes en la Diputación provincial con asistencia del ministro de Relaciones con las Cortes Virgilio Zapatero, del entonces Consejero de Cultura y luego Presidente de la Junta de Comunidades José María Barreda y del propio presidente de la institución que acogía el acto, Pedro Saugar Muñoz. En nombre de todos los académicos pronunció el primer discurso como miembro de la nueva entidad el antes presidente de la asociación y a partir de ese momento director de la misma, Carlos de la Rica. Al año siguiente la RACAL era recibida en audiencia por el Rey y, posteriormente, por el presidente de la Junta, José Bono.
Carlos de la Rica permanecería al frente de la Real Academia hasta su fallecimiento en septiembre de 1997. Le sucedería en el cargo el pintor Nicolás Mateo Sahuquillo durante cuyo mandato, en concreto en septiembre de 2000, y como último paso ya en la plena integración de la corporación en el marco legal, el Instituto de España acordaba aceptarla en su seno, ratificando así la entidad del cuerpo académico conquense. A Nicolás Mateo Sauquillo le relevaría al frente de la corporación, en 2003, otro artista plástico, Víctor de la Vega; bajo su dirección la RACAL redactó y aprobó, en enero de 2005, su Reglamento de Régimen Interior, tras lo cual esa directiva consideró conveniente su renovación. Tras las nuevas elecciones quedó a la cabeza de la corporación el historiador del Arte Pedro Miguel Ibáñez que cumplió integro su periodo en la dirección hasta el pasado febrero, en que fue sustituido en el cargo por el escritor y periodista José Ángel García García. En la labor de la Mesa Directiva presidida por Pedro Miguel Ibáñez, entre otros logros, habría que destacar el acuerdo alcanzado con el Ayuntamiento conquense para que la Real Academia pudiera disponer por fin de una sede física propia, estable y adecuada en la restaurada y para ello específicamente acondicionada segunda planta del edificio de las antiguas Escuelas de San Antón, en la calle san Lázaro, un inmueble contiguo a la Iglesia de la Virgen de la Luz. La firma definitiva del correspondiente convenio se llevó a cabo el miércoles 27 de octubre de 2010, rubricado por el alcalde conquense Francisco Pulido y el en ese momento director de la Academia José Ángel García García que cumplió su mandato hasta su relevo el 14 de Mayo de 2015 por el actual director Miguel Jimenez Monteserín. La Mesa Directiva presidida por García puso en uso la sede de las antiguas Escuelas de San Antón abriendo su salón de actos como marco de la mayor parte de sus actividades, en especial las del programa semanal "Los martes, en la Academia", que sigue desarrollándose, con muy buena acogida. Asimismo se constituyó la biblioteca cuya sección principal, dedicada a temas y autores conuenses, se basa esencialmente en la donación efectuada por el académico José Luis Calero. También es de reseñar la donación a la Academia de un cuadro del pintor Julián Pacheco y la cesión de otros por parte de su viuda Celia Pardo, obras que en su mayor prte decoran los muros del salón de actos.
Fue construido con ciertas pretensiones durante la primera mitad del siglo XX en el estilo característico de los edificios oficiales de la época, que pretendía monumentalizar a la manera de una casona nobiliaria los rasgos extendidos durante el siglo XIX en la arquitectura doméstica conquense. A ese deseo responde la fachada regularizada con balconaje, los elementos decorativos y la escalera. Se encuentra catalogado en el Plan especial de la ciudad alta y sus hoces con el nivel III de protección. De propiedad municipal, ha acogido desde ese origen aludido distintas funciones de carácter educativo, desde las antiguas escuelas de San Antón a la UNED, así como despachos y salas parroquiales de la colindante iglesia de San Antón. En cualquier caso, sobre su solar se levantaron antaño las dependencias del hospital de San Antonio Abad, probablemente ya en el siglo XIII, aunque las fechas habituales otorgadas por la historiografía al nacimiento del centro asistencial antoniano se centren a mediados del sigo XIV. La eclosión del hospital tuvo lugar aprovechando el espacio disponible en torno a la ermita de la Virgen del Puente, entre la ladera del cerro del Rey de la Majestad y la margen del río Júcar. La vista de Cuenca desde el oeste, trazada en 1565 por el artista flamenco Anton van den Wyngaerde, incluye un detalle de cómo era el hospital en ese mismo momento: los templos colindantes de la ermita de la Virgen del Puente y de San Antón, y la fachada del propio centro hospitalario (a su izquierda se ve el hospital de San Jorge en una casa de menor altura). Extinguida la orden de los antonianos en 1791, las distintas construcciones fueron renovadas en el curso del tiempo. (Antes de esa fecha, entre 1760 y 1764, el arquitecto José Martín de Aldehuela trazó la actual iglesia barroca, que unificaba las mencionadas ermita e iglesia en un único templo)